domingo, 3 de enero de 2021

De la incoherencia a la cohesión: el año del lavarropas

Motivada por algunos hechos, me encontré un día pensando que la impunidad, sostenida en el tiempo, hace que la humanidad se estanque, simplemente porque provoca que poco a poco vaya dejándose de asumir responsabilidades por los actos y las palabras. Se deja de tomar conciencia, la mentira se vuelve lo normal y la palabra da lo mismo. Sin embargo, poco después observé que en este mundo de opuestos, cuando algo se te presenta una y otra vez descaradamente, llega el momento en que reaccionás y te das cuenta de que lo que habías llegado a tomar como una forma inevitable, tiene también otra cara y es posible manifestarla. ¿Cómo sabríamos lo que es la luz si no conociéramos la oscuridad, o lo que es el calor si no hubiéramos experimentado el frío? El opuesto necesario para llegar al conocimiento. Entonces, ese otro lado de la situación comienza a aguijonearte de tal manera que ya no podés quedarte en el sillón, sentís que hay algo que podés hacer. 

 

En este sentido, el escenario de incoherencias con el que me topé en el 2020 (esa fue mi experiencia) resultó ser el trampolín perfecto para darle a mi vida la coherencia que me estaba reclamando. ¿De qué manera? Otorgándole un sentido verdadero a mi película. En primer lugar, reconociendo que ha sido mi película y la de nadie más, y en segundo lugar aceptándola sin cortes. ¡Cuántas veces sentí el deseo de quitar escenas de la filmación y quedarme sólo con el trailer! 



Lo que me proporcionó este momento de gloria no fue el agitar de una varita mágica, sin duda. Son años de actividad interior. Y digo de gloria, porque arribar al instante en que mi mano se lanzó a escribir espontáneamente un reconocimiento a la que me acompañó a lo largo de toda esta vida, y declararle mi respeto y mi admiración, como si la mirara desde  la vereda de enfrente, fue un momento de gloria. Ese día entendí que había estado teniendo una relación de amor incondicional conmigo misma: en la salud y en la enfermedad, en la prosperidad y en la escasez, en la risa y el mal humor, en la tristeza y en la alegría, en la calma y en la ira, en la lógica y en la contradicción, en el pesimismo y  el optimismo, en la cordura y en la locura, en el miedo y en la intrepidez ....  Cuando pude encontrar la cohesión entre todos mis aparentes pedazos, el rompecabezas (puzzle) adquirió sentido. Sí, un momento de gloria.

 Como valor agregado, comprendí, además, que reunir todas esas escenas que parecían retazos de distintas películas, me da un poder interior que no conocía. Enseguida recordé la brillante frase "Divide y reinarás" y la versioné de esta manera: "Fragmenta las mentes y los tendrás en un puño". En otras palabras: “Que no sepan quiénes son, que se tengan miedo a sí mismos, que no se encuentren nunca”. Es que si nos pasamos la vida así, esforzándonos bestiamente (con permiso de la lengua castellana) por ser lo que no somos, intentando ser algo, el premio siempre se lo va a llevar otro. 


Podría decir que el 2020 fue para mí el año del lavarropas.  Todo eso que venía estando en remojo, lo pasé por , lo pasé por las otras funciones: lavado, enjuague y centrifugado. Intenso.  

¿No queda nada por hacer?  Sí, el viaje continúa y yo, en la soledad de mi casa, sé que me gané un premio.





Dicho esto, doy por concluido el blog de la cuareterna, seguramente para iniciar otro.

                                    
                                       Claudia M. Monasterio 

sábado, 26 de diciembre de 2020

Un minuto de silencio y al mismo tiempo ....

 Un minuto de silencio para acallar algunas voces, externas e internas.


- Cuando comenzó el confinamiento, los gobernantes se presentaban frente a cámara, de a dos o de a tres, sin bozal (perdón, barbijo, mascarilla), Luego alguien les habrá tirado de la oreja y comenzaron a usarlo.
- Insisto con esto (en publicación anterior): a ningún gobernante le tembló el pulso a la hora de dar carta blanca para que una multitud se amontonara a despedir a su ídolo. No pareció tan peligroso.
- Miles de personas relacionadas con comercios, pequeñas empresas y pequeños emprendimientos independientes tuvieron que contener la respiración durante semanas y semanas porque alguien "nos estaba cuidando". Mientras tanto, no faltaron programas de televisión con sus conductores en vivo. No pareció tan peligroso.
- Primero dijeron que vacunarían a “personas de riesgo” (otro de los estigmas del momento). Equivalente: mayores de 60 o de 65 años, además de otras. Luego salió la información de que esa vacuna (la rusa) no era apta para mayores de 60. 


¿Qué tal una pizca de coherencia y honestidad? En esto, oficialismo y oposición, dos caras de una misma moneda. Y la prensa acompañando con su complicidad. Paradójicamente, en el llano continúa jugándose el juego de las simpatías y aversiones político-partidistas donde se compite por defender a unos o a otros. Mientras el juego persista, no podremos parecernos a una sociedad de bienestar, porque mientras esto ocurre, esos unos y esos otros hacen lo que se les canta. Si el juego termina, seremos un poco más libres. 


    
Y al mismo tiempo  …..

                ..... está esa otra realidadla que de verdad nos puede hacer  libres. Esa verdad, tangible en otro plano, a la que muchos en el mundo apostamos, sin que esto signifique que no nos estemos debatiendo interiormente, día tras día, acerca de cómo llevar adelante este devenir de la historia, absteniéndonos de falsos gurúes y de discursos oficiales. 

Y es que el ser humano sorprende con su capacidad, su creatividad, su rompimiento de cadenas, su grandeza.
 
        
    



                                                 Claudia M. Monasterio

martes, 22 de diciembre de 2020

Un minuto de silencio y después . . .


Un minuto de silencio: 

  • Por quienes murieron este año en la soledad de un hospital, por covid o por cualquier otra cosa. Quiero imaginar que alguien - una enfermera, un médico tal vez-  les ofreció una mirada compasiva. Seguramente así fue y va un minuto de silencio para todos ellos que habrán sentido la impotencia del momento.
  • Por quienes se quedaron con la congoja de no poder acompañar a un ser querido en sus últimas horas y por quienes ni siquiera pudieron ver el cuerpo de este familiar, incluso no habiendo sido el covid la causa de su fallecimiento (tengo nombre y apellido). Y aun si la causa hubiese sido esa, ¿cuál era el riesgo? ¿Que el muerto estornudara? Nunca podré justificar estas acciones.
  • Por quienes murieron debido a la desatención médica (tengo nombre y apellido) por no presentar los únicos síntomas "que tenían permiso". Nunca podré justificarlo.
  • Por quienes padecieron el pánico de no saber qué hacer ante algún malestar que no respondiera a los síntomas atendibles o por tener que suspender las citas médicas.
  • Por las personas mayores residentes en geriátricos, que de un día para el otro se encontraron privadas de una visita. No puedo justificarlo.
  • Por quienes padecieron la soledad más que nunca.
  • Por quienes perdieron su trabajo, su negocio, su emprendimiento.
  • Por todas las personas anónimas que no dudaron en asistir a quienes lo necesitaban.
  • Por quienes se pasaron meses y meses solamente esperando que la pesadilla terminara y también por quienes supieron usar la "coyuntura" para encontrarse con su interioridad mientras lidiaban con el afuera.
  • Por todas las personas que hicieron lo posible para que el terror no se convirtiera en el gobernante de lo cotidiano.
  • y la lista continúa ......


¿Por qué no puedo justificar lo que para mí fueron salvajadas en este larguísimo tiempo de confusión? Porque, por ejemplo, mientras eso ocurría, el fútbol fue habilitado (¿para entretener a las masas?), lo cual claramente significa reunión de personas (los jugadores). Mientras estos actos de desamor ocurrían, el ídolo murió y se dio carta blanca para que una multitud se amontonara a despedirlo. Y no tengo nada en contra del ídolo ni de esa multitud.

Yo misma fui protagonista de un hecho médico que me podría haber mandado "al otro barrio" (como dicen en España) y si todavía estoy acá no será para quedarme callada, le guste a quien le guste.

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        Un minuto de silencio 


                           y después...


                                     un minuto eterno de luz




                                                            Claudia M. Monasterio

viernes, 18 de diciembre de 2020

El señor de la calesita

Una tarde, bastante cálida, preparé el equipo de mate y me dirigí con entusiasmo a mi jardín adoptado: la plaza que tengo a dos cuadras. Era día feriado y de a poco el lugar se fue poblando de otros que, como yo, iban en busca de aire y arbolitos. De pronto, ¡la novedad! ¡La calesita volvía a funcionar! Qué deleite ver al señor que la administra desde hace quién sabe cuántos años, corriendo las cortinas que la mantuvieron escondida durante meses y quitando las cubiertas que tapaban los juegos, esos que se agitan cuando les colocás una ficha, como si la ficha les otorgara vida. Pienso en Gepetto y Pinocho. ¿Será este hombre un émulo de Gepetto? Mmmm, no sé, nunca me inspiró mucha simpatía, por así decirlo, y no sólo porque en una ocasión me sacó carpiendo del caballito que había elegido con la excusa de acompañar a Antonia (que no necesitaba compañía).

(En la plaza. Año 2017) 


 ¿Y qué habrá estado haciendo este señor todos estos meses? ¿Habrá extrañado su actividad cotidiana?  Fue entonces cuando mi imaginación, como siempre, se presentó sin pedir permiso. 

Ahí estaban, fueron mostrándose, caballos, autos, perritos, algún dragón, un león. También las imágenes estampadas en los paneles que cubren la maquinaria. Peter Pan, Mickey, Dumbo.... ¿Quién dijo que estos cuerpos de madera  y algún otro material pasaron largos meses de aburrimiento ahí adentro? ¿A quién se le ocurrió insinuar que la soledad pudo haber mantenido a estos personajes prisioneros de la nostalgia? ¡Nada más equivocado, señores y señoras! ¡No se imaginan la fiesta que hemos vivido aquí! Casi como si nos hubieran enviado al espacio en una cápsula... Al principio, nos miramos los unos a los otros extrañados. Sí, los primeros momentos nos sentimos desorientados; incluso nos mirábamos con una cierta desconfianza, pero después.... después .... ¡no pueden imaginarse lo que vino después! Un festival de magia y risa. Un desfile de sorpresas fueron  llegando a nosotros en carrozas de color oro y rubí. Hadas resplandecientes nos susurraron secretos en el alma haciendo que nuestros ojos se abrieran a más no poder de tanta admiración. Los mensajes nos fueron cautivando, en tanto el espacio habitado se tornaba cada vez más sutil, como una gasa transparente. Y claro, luego no queríamos regresar. ¡Que nunca volvieran a hacernos girar y girar hasta marearnos! ¿Para qué, si nos encontrábamos tan bien allí ahora?  Una vez más, como al comienzo, volvimos a mirarnos los unos a los otros, extrañados, desorientados,  desconcertados, inquietos por lo que vendría. Y el día tan temido llegó. Sin embargo, cuando la cortina se corrió y la primera vuelta apenas dio el primer envión, lo entendimos todo, recordamos los mensajes susurrados y fue allí que se nos presentó el sentido de cada una de esas vueltas.


- ¿Y Gepetto? Digo.... ¿el viejo de la calesita?
- Ah, eso pregúntenle a la que escribe. 


¿El señor de la calesita? Pues, con esa mirada cascarrabias es quien le abre las puertas a la magia.


CLAUDIA M. MONASTERIO

 

miércoles, 9 de diciembre de 2020

Si querés, abrazame

 Si querés, abrazame.💖

No te impongo distancia😷, no te tengo miedo.

No me mires de costado, no soy tu enemiga. Te necesito. 

No sos mi enemigo. Contagiame tu confianza, desafiemos la gravedad. 

Volemos alto, bien alto, bien lejos de la orquesta monocorde.

Hagamos nuestra propia fanfarria.

Que suenen nuestras trompetas acallando el clarinete que nos quiere callar.

Honremos la verdad.🙏

Abrazame si querés.💚💙💛



jueves, 3 de diciembre de 2020

¿Y SI EL MENSAJE HUBIERA SIDO OTRO?

 Dice Bruce Lipton en el libro "La biología de la creencia" (se puede encontrar en PDF), que cuando el organismo se sitúa en "modo protección" durante un período prolongado, esta actitud inhibe la producción de energía necesaria para la vida. Sí, un estilo de vida en alerta continuo compromete  en forma grave nuestra vitalidad. Para graficarlo, nos comparte este ejemplo. Imaginemos un grupo de atletas dispuestos para iniciar una carrera de velocidad. Ya se encuentran en la línea de salida y  cuando escuchan la voz de "¡En sus puestos!" apoyan las manos y las rodillas y ubican sus pies del modo necesario. A continuación, el juez grita "¡Listos!" y ellos contraen sus músculos mientras se elevan apoyados sobre las puntas de los dedos de las manos y de los pies. Sus cuerpos liberan adrenalina a fin de fortalecer los músculos para lo que viene. Mientras se contienen esperando que llegue el ¡Ya!, sus cuerpos se tensan anticipándose a la carrera. Esa tensión dura un segundo o dos hasta que se escucha la voz de salida. Ahora bien, en nuestra hipotética carrera de la vida cotidiana .dice Lipton-, el grito de ¡Ya! no llega nunca.

A partir de aquí, reflexiono sobre algo que me parece básico: ¿Y si al toparnos con esta llamada pandemia, en lugar de apabullarnos con una piñata lanzafuegos, nos hubieran dado otro mensaje? ¿Si en lugar de inspirarnos terror, regalándonos el parte diario de muertos e infectados, hubieran planteado las cosas de otra manera? Podrían habernos dicho, por ejemplo: Miren, parece que hay un virus nuevo del que no sabemos nada, excepto que se asemeja a una gripe fuerte, por lo cual puede requerir un cuidado especial, especialmente para quienes tienen su salud delicada. Les aconsejamos que consulten con sus médicos de confianza para recibir asesoramiento acerca de cómo mantener el sistema inmunológico en alto, porque sabemos que ese es un factor importante que a todos nos puede ayudar a estar sanos, ahora y siempre. Hacer algo de ejercicio y estar al aire libre son buenos colaboradores también y, sobre todo, focalicemos en las cosas que nos entusiasman y permanezcamos lo más cerca posible de nuestros afectos. Les iremos informando a medida que vayamos sabiendo más. ETCÉTERA.

Los seres humanos somos creativos, de eso no hay duda. Por lo tanto, hay muchas maneras saludables de  informar y de advertir si es necesario. Y, sobre todo, con honestidad. No tengo mucho más para decir aquí al respecto, excepto que realmente pienso que si no se hubiera sembrado el pánico, las consecuencias colaterales (sobre las que no tengo ganas de explayarme) habrían sido menores. Existe eso de lo que tanto se habla desde hace un tiempo: la resiliencia. Ya lo creo; si no fuera así, ¿quién podría sobrevivir a los horrores de una guerra? "Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos", dicen que dijo el grande Viktor Frankl, ante quien me inclino con humildad, y de esto también hablan varias corrientes de pensamiento espiritual. Sea como fuere, si es posible ayudar a evitar la sobrecarga de estrés, ¿por qué no hacerlo?



(Foto tomada de Internet)

Y sí.....



Claudia M. Monasterio


viernes, 13 de noviembre de 2020

MIENTRAS (poema)

 

Y mientras esto ocurre

 

Mientras dibujo abrazos clandestinos

y besos en la copa

            de los amantes...

 

Mientras creo escuchar

secretos de este tiempo

protegidos en un papel

      que disimula

los garabatos

de anhelos sin  raíz…

 

Mientras las batallas

   del  corazón

hacen temblar a gigantes

y el mundo espera que se derrumben

 

Mientras alguien calla,

       uno murmura

y otro pronuncia

aquella palabra

escondida en el caleidoscopio

del  niño que pasó…

Pasó

cantando con sus ojos

el sonido ahogado de un deseo

que lo abarca todo en medio de la nada.

 

Mientras esto ocurre,

convoco a mi libertad  hoy más que nunca,

más que siempre,

porque nunca no existe y siempre me lo recuerda.

La libertad certera

la de la nervadura eterna

la que todo lo puede cuando lo que se puede

es tan poco.

 

Mientras el abrazo, los besos y los garabatos

se entrechocan y entrecruzan

desorientados,

y  el niño pasa

 

Yo convoco  a mi libertad

la invoco  la persuado la seduzco

para que no se distraiga.

 



                                    Claudia M. Monasterio

martes, 27 de octubre de 2020

Algunos datos que me hacen pensar



    En 2010, la OMS definió pandemia como “la propagación mundial de una nueva enfermedad”, eliminando la categoría de “alta mortalidad”. “Las directrices se han revisado tras detectarse que en 2009 con la crisis de la gripe H1N1, conocida como la gripe A, se declaró una pandemia en base a unas estimaciones que nunca se dieron”. (El Periódico, España, junio 2013)

    Las predicciones anunciaban, al principio de la propagación de esta enfermedad, muchos millones de muertes en el mundo. Alguien dijo 40 millones; por el momento no encuentro las cifras pero sí recuerdo que eran muchos. Hasta el momento, el número es de 1,1 millones. En Argentina, aproximadamente 32.000 personas mueren por año debido a neumonía e influenza (gripe). Al 27 de octubre de este año –hoy- la cifra de fallecimientos por SARS-CoV-2 es 29.300, según las cifras oficiales. El biólogo Alberto Kornblihtt (miembro del Directorio del Conicet desde mayo de 2019) predijo 364 mil fallecidos para Navidad. (Me pregunto si pensará mandarnos aviones fumigadores para exterminarnos y alcanzar el número de su brillante cálcuo)..

    Vacunación: En el gobierno de Cristina Fernández el número de vacunas del calendario nacional llegó a 16 ** (en 2003 eran 8); una de ellas es la vacuna contra el virus del papiloma humano(VPH) para niñas de 11 años. Más adelante, Mauricio Macri, durante su presidencia, ratifica la obligatoriedad –y gratuidad - y la extiende a los adultos (Ley 27.491) **. En estos días, el Parlamento argentino “blindó de responsabilidad criminal”-tomo las palabras de alguien- a las farmacéuticas por posibles efectos de la vacuna que se pretende imponernos. El proyecto de ley, aprobado por Diputados, habla de vacunas “destinadas a generar inmunidad adquirida”. Claro, después de meses de encierro la inmunidad natural ha tenido dificultades para desarrollarse.... en algunos casos. Además, este proyecto de ley establece confidencialidad de la composición de la vacuna. ¿Para impedir la creación de genéricos? ¿Para que no nos enteremos de lo que han preparado para nuestros organismos?

    El doctor en Bioquímica Hugo Luján  *** , cordobés, trabaja en el desarrollo de una vacuna oral (mucho menos agresiva que la que pretenden inocularnos, dicen unos cuantos profesionales que realmente parecen saber del tema), pero no se le ha dado lugar alguno en el ámbito oficial, aunque es un experto investigador del Conicet y trabaja desde hace años en el tema.
 

    Por mi parte, no tengo dudas de que para la mayor parte de los mortales este tema del nuevo virus fue una sorpresa. No creo lo mismo acerca de la primera línea de las clases políticas de todos los países del mundo.

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** Según un analista, en ambos casos las decisiones estuvieron vinculadas a algún interés y sugiere cuáles. 

*** Según escuché, se le retiraron fondos para su trabajo y ha recibido alguna amenaza. Aún no he investigado sobre el tema.

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 Mientras tanto, me parece a mí, los hechos nos imponen otra cosa: preguntarnos cómo queremos seguir viviendo; preguntarnos de qué manera hemos contribuido a la alimentación de esta realidad que hoy nos sacude y que, desde mi punto de vista, lleva mucho tiempo pegando alaridos para despertarnos; y cuál será nuestra contribución para que las cosas sean diferentes. Cuando digo "las cosas" – término tan simplificador- quiero decir LA VIDA.

    Siempre nos queda la LIBERTAD DE ELEGIR. Elegir de nuevo. Y no hablo de política cuando digo esto. Lejos me siento de encontrar allí el Norte de nada. La responsabilidad es mucho mayor y ninguna persona adulta escapa de ella. Luego, la política será quizás un día otra "cosa".




¿Y ahora ...?



Claudia M. Monasterio 






lunes, 12 de octubre de 2020

MARCA REGISTRADA

Marca registrada  ... esas palabras que de tanto repetirlas van creando realidad y van siendo incorporadas en el inconsciente colectivo como una verdad absoluta.


Cuando todo nos pedía a gritos ir en busca de algo que nos acercara los unos a los otros, se nos impuso  alejarnos, desconfiar de cualquiera que te pase cerca y hasta de uno mismo. Lo patentaron como  distanciamiento social. Cuando todo nos suplicaba salirnos de la vieja estructura, se nos impusieron unas reglas que nos dejaron perplejos: protocolos. Cuando un inmenso racimo de brotes humanos se expande anunciando un mensaje de libertad interior (algo bastante difícil de alcanzar) se nos impone el tapabocas. Y no es casual que esto ocurra en este tiempo, en que una parte de la humanidad, en silencio o agitando palmas, manifiesta su clara disconformidad con una manera de vivir que de la vida nos recuerda poco. Un tiempo en que la conciencia individual se viene abriendo paso, con gran velocidad, hacia un pensar diferente. 

Oportunidad impecable ésta para incrementar esa conciencia y desde allí tomar nuevas decisiones. Oportunidad  para comprobar que podemos ejercer nuestra libertad interior aun cuando el fantasma del miedo se dispersa por todas partes. Libertad interior: ejercicio profundo, intenso, de extremada atención.

De un día para el otro, la comunicación personal fue desplazada por la virtual, propiedad de oligopolios en los cuales día a día mostramos y exponemos gran parte de nuestra existencia. Oportunidad ésta para defender y nutrir ese espacio que es sólo mío, que sólo yo conozco y a donde voy cada vez que se me da la gana, sin protocolo alguno.

Cuando ciertas voces me dicen qué puedo y qué no puedo hacer -qué me está permitido y qué no-, es el momento en que más aprovecho para mirarme en el espejo y decirme con honestidad dónde le estaba poniendo un freno a mi vida, dónde le estaba acortando las riendas a mi vuelo, dónde mis células se han arrinconado por temor a lo largo de años y años, quizá por memorias ancestrales que intentaron protegerme. 

Mientras pongo en duda este parate exterior, activo mi interior con determinación, en ocasiones sumergiéndome en el pozo más lleno de mierda que se me presenta, si es necesario, y grito mi verdad para ganarle a siglos de disfraces. Después me planto y miro de  frente con toda la valentía de que soy capaz, porque realmente quiero blandir la espada de la transformación y regresar con una mirada más limpia y serena.

Sin querer, me asalta esta pregunta: ¿Estarán los niños y niñas incorporando el miedo a abrazar a sus abuelos, y a su maestra un día?  ¿Se animarán a subir a un tobogán o a una hamaca después de haberlos visto durante meses encintados indicando zona peligrosa?

¿Y estaremos incorporando nosotros, los adultos, el mismo miedo? ¿Cómo reanudaremos la cotidianeidad después de habernos ido al sueño cada noche con el sonido de la palabra "distanciamiento" resonando en nuestras fibras más íntimas?  

       ¿Mirarnos de reojo, con suspicacia? ¿Más todavía? ¿Quién quiere eso? ¿Acaso no vivimos desde hace años en una guerra civil combatida a través de las redes sociales y de canales de Internet?  Basta detenerse unos minutos a leer los comentarios con que unos y otros pretenden derrotar las ideas ajenas. Uno de estos medios ha dado en llamar "muro" a ese espacio propio. ¡Ja, no podía ser más exacto! Cada uno detrás de su muro, con su historia, con sus noticias, en un reality que supera cualquier patético programa de televisión. ¿Y quién gana en esta batalla? Sin duda, no los combatientes. Ganan los que  promueven la antropofobia (miedo al ser humano). 

    Me digo entonces que, después de todo, quizá regresemos con más ganas de estar cerca, si en verdad lo que estamos suplicando, desde el fondo de los niños y niñas que aún nos habitan, es justamente proximidad..

Apenas empezó la cuarentena, cuando ni nos imaginábamos que se convertiría en una cuareterna -como le escuché decir a un médico-, dije que no me interesaba en lo más mínimo volver a la normalidad en la que vivíamos, porque esa normalidad era, en muchos aspectos, casi una distorsión del derecho a vivir. Sinceramente, espero que de esta enorme confusión emerja un pensar y un sentir renovados. Por mi parte, como no tengo el hábito de conformarme con lo que suelen decir las voces oficiales (vengan de donde vengan), elijo escuchar también otras campanas y cuando encuentro las que me resultan más afines tampoco las compro. Escucho y observo. Y voy sacando algunas conclusiones, temporarias, cambiantes, tratando de no aferrarme a nada, para no perder el ejercicio de reflexionar. Es que de tanto que hemos acatado sin cuestionar, se ha convertido el mundo en una masa de esclavos que se creen libres. Hoy, para mí, se trata de aprender qué es realmente eso de la  libertad aun cuando todo alrededor parece quitárnosla. Responder en lugar de reaccionar, tomarse tiempo para la contemplación, para el silencio.


Que no se nos olvide el abrazo, ni la voz propia. Que no se nos olvide la confianza, ni la risa, ni el canto. Que no se nos distraiga. Pensar más allá de lo coyuntural, cuestionar las propias ideas así como cuestionamos las de otros. Y ser honestos para admitir que acá no se trata de un partido político; se trata de un sistema que necesitamos transformar porque no podemos más con esto, y ese sistema lo hacemos uno más una, más vos, más yo, más todos..



"El más santo de todos los lugares de la tierra 
es aquel donde un viejo odio 
se ha convertido en un amor presente" (Un Curso de Milagros)

Claudia M. Monasterio


domingo, 27 de septiembre de 2020

¿DEMO o PLUTO?

Parece el nombre de dos personajes de Disney, pero sólo es una manera ligera de abordar un tema que poco tiene de ligero. No voy a hacer un ensayo sobre el asunto pues lejos me encuentro de estar tan preparada. Sin embargo, una pocas notas me siento con derecho a escribir, nomás por el solo hecho de estar viviendo y de ser parte de la gran comunidad terrenal. Confieso que tanto observar no es lo que pretendo de mi vida, pero -no sé si te fijaste- lo que no observás te sale al acecho y te observa, así que finalmente decidís prestarle atención para que no te degluta en el proceso.

Hace tiempo que viene merodeándome la pregunta de si vivimos en una verdadera democracia o de qué se trata esto. En el colegio aprendí a memorizar que democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.  ¡Brillante concepto! Hoy, buscando en la enciclopedia virtual, no encuentro más esa definición mántrica de aquellos años lejanos. Hoy me lo ofrecen de esta manera:

  • Sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el derecho del pueblo a elegir y controlar a sus gobernantes.
  • Es una forma de organización social que atribuye la titularidad del poder al conjunto de la ciudadanía.
  • Es una forma de gobierno del Estado donde el poder es ejercido por el pueblo, mediante mecanismos legítimos de participación en la toma de decisiones políticas.


¿Participación en la toma de decisiones? ¿Controlar a los gobernantes?


Si decido hilar fino según estas definiciones, o la del colegio, no recuerdo haber sido protagonista de ninguna democracia. Por otra parte, ¿cómo se lleva a cabo una democracia habiendo millones de personas con millones de puntos de vista? Si este concepto tan atractivo fue creado antes de la llamada era cristiana, o sea hace más de dos mil años, ¿no será hora de actualizarnos y redefinir una forma de gobierno en la que una gran parte de la sociedad no se siente representada? ¿La historia no nos estará reclamando, o suplicando, algún tipo de transformación para que la idea de democracia resulte más significativa y útil en su aplicación?

El camino que transito mientras cuestiono lo que veo, me muestra - ya no en un recodo, en una bifurcación medio escondida, sino al costado claro de la autopista- un inmenso cartel que me ciega con su luminaria. El cartel me anuncia un producto que no quiero comprar; uno que fue haciéndose lugar pasito a paso mientras algunos jugábamos a la prosperidad y a soñar sueños de grandeza. Me dice, con descaro: PLUTOCRACIA. ¿Y eso? "Forma de gobierno en que el poder está en manos de los más ricos o muy influido por ellos" . Traducido a mi lenguaje: el gobierno del poder económico.

¿Hay alguien que hoy, septiembre del año 2020, no vea que el verdadero poder está en la élite económica? Cuando nos apasionamos por defender la democracia, ¿no estaremos protegiendo un eufemismo?

En las recientes semanas de cuareterna –como la llamó alguien muy ingeniosamente- venimos viendo con estupor cómo las llamas arrasan  hectáreas de naturaleza, especialmente en el valle de Punilla, en la provincia de Córdoba. Veo las imágenes de la Pampa de Olaen y el corazón se me comprime.

(Foto del Facebook de Claudio Muñoz)

Conozco muy bien esa zona porque pasé inolvidables veraneos por allí (en La Falda) durante mi infancia, adolescencia y un poco más. Recuerdo andar por esos campos de Olaen, entrar en la capillita del 1700, construida con adobe, para finalmente llegar a la Cascada y bañarnos en esas aguas custodiadas por grandes rocas. Un paraíso. Hace cuatro años, volví a La Falda y un día decidí hacer un paseo a Olaen. Me transportaba la imagen familiar y virgen de la zona, la respiración contenida. Imposible describir la decepción que me abofeteó cuando me encontré ante un puesto donde se debía pagar para ingresar en un espacio lleno de gente. La violación de Olaen. 



Así empieza el avasallamiento. Puedo imaginar –aunque no quiero, me niego a hacerlo, me duele, me indigna- las miradas lascivas de los plutócratas delineando los planos de mega instalaciones hoteleras. Ayer alguien comentó en la radio que en un lugar de España (no recuerdo cuál) solía haber incendios. Un buen día se sancionó una ley prohibiendo el desarrollo inmobiliario en las zonas incendiadas. Se acabaron los incendios.

Hoy firmé una petición que alguien decidió comenzar para impedir que las tierras incendiadas vayan al bolsillo de los inescrupulosos emprendedores…. Perdón, rapiñadores. Una de las personas a las que reenvié la petición, me dijo que esa ley ya existe pero que no se cumple. Sea como fuere, vuelvo al tema principal de esta escritura: ¿Dónde está el poder de controlar de la ciudadanía? ¿Quién nos representa cuando el daño avanza impunemente, gobierno tras gobierno?

Nos sentimos impotentes, decimos; me incluyo. ¿Qué pasó? ¿Cómo fue que nos fueron ubicando en ese lugar de pendejos, de sirvientes, de lacayos?

Sin duda, para mí, es éste un tiempo en el que los trapitos han decidido sacarse al sol, tiempo de mirarse en el espejo, de preguntarse cosas y dejar que el silencio responda en el momento adecuado. Salir de la hipnosis. Tiempo individual y también colectivo, le guste a quien le guste. Es que en verdad formamos una red social, que por supuesto no es ninguna de éstas por medio de las que todos los días nos inoculan, desde hace años, una metralleta de estímulos de todo tipo para distraernos. Para meter al rebaño en corrales cada vez más reducidos donde se pelean y atacan unos a otros porque el espacio en verdad les queda chico. Así y todo, 
 en este tiempo tan extraño veo con satisfacción  cómo algunos súbditos de las élites juegan un juego desesperado acallando voces por aquí y por allá, a diestra y siniestra, porque ven que el rebaño se les dispersa (esa es la buena noticia) y no les van a alcanzar los manotazos para seguir doblegándonos. Es uno de esos momentos especiales para la humanidad y mi elección es aprovecharlo.


Foto @dreamstime.com

 

NOTA: Quiero dejar perfectamente en claro que mi crítica no está dirigida al gobierno argentino actual, sino que involucra a cualquier gobierno de cualquier parte del mundo y de cualquier época. Digo esto para evitar la tentación de algún lector –que no sé si lo habrá-  de aprovechar  mis palabras para avivar el fuego de su alergia antiperonista.

 


                                                   Claudia M. Monasterio

domingo, 23 de agosto de 2020

Esos" adultos mayores" ...

 Seré breve y directa, porque así me lo pide el alma. Estoy harta hasta lo indecible de ver cómo se considera a los adultos de aproximadamente más de setenta años como si fueran discapacitados que generan un importante gasto al Estado. Se los deja de llamar por su nombre o con el vocativo Señor, Señora, y empiezan a ser parte de la manada de jubilados y jubiladas, o "nuestros abuelos". ¿Perdón???? ¿Qué clase de dictamen es éste? ¿De qué manual de instrucciones  se ha extraído este modelo estigmatizante? Entiendo que en muchas ocasiones son ellos mismos quienes echan leña al fuego haciendo que la llama de la incapacidad se avive. Entiendo que haya un cansancio y una sensación de "ya no puedo con esto", pero ¡atención!, ¿qué tal si damos un volantazo y cambiamos la película?

¿De qué estás hablando?, me preguntás. Muy simple: ¿qué tal si en lugar de promover sus limitaciones (que en algunas cuestiones se va haciendo cierta, pero no en todas) incentivamos sus aportes? De la misma manera en que lo haríamos con un niño, o con un adolescente, o con un adulto joven: alentándolo. Veamos qué tenés allí, en tu trayectoria de vida, para enseñarme, para contarme, ahora que no te encontrás con la obligación de ir a trabajar. 

Está bien ofrecerles clases de gimnasia y de origami gratuitas, pero por favor seamos más generosos. Tengamos la decencia de ahondar en su interioridad y, de este modo, abrirles la puerta para que ellos y ellas también lo hagan. Nadie que haya vivido más de setenta años puede decir que no tiene nada que ofrecerle a un corazón humilde que se para frente a él o ella con las manos abiertas deseoso de recibir. Nadie que se encuentre de frente con un corazón abierto querrá negarse a abrir el propio y es muy probable que hasta se sorprenda de lo que todavía puede hacer. Es muy probable también que deje de quejarse y de hablar de todos los medicamentos que toma como si fuera ese su único tema de conversación.

Dos almas bondadosas que se encuentran pueden levantar el sistema inmunológico del mundo entero.




CLAUDIA M. MONASTERIO


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