domingo, 27 de septiembre de 2020

¿DEMO o PLUTO?

Parece el nombre de dos personajes de Disney, pero sólo es una manera ligera de abordar un tema que poco tiene de ligero. No voy a hacer un ensayo sobre el asunto pues lejos me encuentro de estar tan preparada. Sin embargo, una pocas notas me siento con derecho a escribir, nomás por el solo hecho de estar viviendo y de ser parte de la gran comunidad terrenal. Confieso que tanto observar no es lo que pretendo de mi vida, pero -no sé si te fijaste- lo que no observás te sale al acecho y te observa, así que finalmente decidís prestarle atención para que no te degluta en el proceso.

Hace tiempo que viene merodeándome la pregunta de si vivimos en una verdadera democracia o de qué se trata esto. En el colegio aprendí a memorizar que democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.  ¡Brillante concepto! Hoy, buscando en la enciclopedia virtual, no encuentro más esa definición mántrica de aquellos años lejanos. Hoy me lo ofrecen de esta manera:

  • Sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el derecho del pueblo a elegir y controlar a sus gobernantes.
  • Es una forma de organización social que atribuye la titularidad del poder al conjunto de la ciudadanía.
  • Es una forma de gobierno del Estado donde el poder es ejercido por el pueblo, mediante mecanismos legítimos de participación en la toma de decisiones políticas.


¿Participación en la toma de decisiones? ¿Controlar a los gobernantes?


Si decido hilar fino según estas definiciones, o la del colegio, no recuerdo haber sido protagonista de ninguna democracia. Por otra parte, ¿cómo se lleva a cabo una democracia habiendo millones de personas con millones de puntos de vista? Si este concepto tan atractivo fue creado antes de la llamada era cristiana, o sea hace más de dos mil años, ¿no será hora de actualizarnos y redefinir una forma de gobierno en la que una gran parte de la sociedad no se siente representada? ¿La historia no nos estará reclamando, o suplicando, algún tipo de transformación para que la idea de democracia resulte más significativa y útil en su aplicación?

El camino que transito mientras cuestiono lo que veo, me muestra - ya no en un recodo, en una bifurcación medio escondida, sino al costado claro de la autopista- un inmenso cartel que me ciega con su luminaria. El cartel me anuncia un producto que no quiero comprar; uno que fue haciéndose lugar pasito a paso mientras algunos jugábamos a la prosperidad y a soñar sueños de grandeza. Me dice, con descaro: PLUTOCRACIA. ¿Y eso? "Forma de gobierno en que el poder está en manos de los más ricos o muy influido por ellos" . Traducido a mi lenguaje: el gobierno del poder económico.

¿Hay alguien que hoy, septiembre del año 2020, no vea que el verdadero poder está en la élite económica? Cuando nos apasionamos por defender la democracia, ¿no estaremos protegiendo un eufemismo?

En las recientes semanas de cuareterna –como la llamó alguien muy ingeniosamente- venimos viendo con estupor cómo las llamas arrasan  hectáreas de naturaleza, especialmente en el valle de Punilla, en la provincia de Córdoba. Veo las imágenes de la Pampa de Olaen y el corazón se me comprime.

(Foto del Facebook de Claudio Muñoz)

Conozco muy bien esa zona porque pasé inolvidables veraneos por allí (en La Falda) durante mi infancia, adolescencia y un poco más. Recuerdo andar por esos campos de Olaen, entrar en la capillita del 1700, construida con adobe, para finalmente llegar a la Cascada y bañarnos en esas aguas custodiadas por grandes rocas. Un paraíso. Hace cuatro años, volví a La Falda y un día decidí hacer un paseo a Olaen. Me transportaba la imagen familiar y virgen de la zona, la respiración contenida. Imposible describir la decepción que me abofeteó cuando me encontré ante un puesto donde se debía pagar para ingresar en un espacio lleno de gente. La violación de Olaen. 



Así empieza el avasallamiento. Puedo imaginar –aunque no quiero, me niego a hacerlo, me duele, me indigna- las miradas lascivas de los plutócratas delineando los planos de mega instalaciones hoteleras. Ayer alguien comentó en la radio que en un lugar de España (no recuerdo cuál) solía haber incendios. Un buen día se sancionó una ley prohibiendo el desarrollo inmobiliario en las zonas incendiadas. Se acabaron los incendios.

Hoy firmé una petición que alguien decidió comenzar para impedir que las tierras incendiadas vayan al bolsillo de los inescrupulosos emprendedores…. Perdón, rapiñadores. Una de las personas a las que reenvié la petición, me dijo que esa ley ya existe pero que no se cumple. Sea como fuere, vuelvo al tema principal de esta escritura: ¿Dónde está el poder de controlar de la ciudadanía? ¿Quién nos representa cuando el daño avanza impunemente, gobierno tras gobierno?

Nos sentimos impotentes, decimos; me incluyo. ¿Qué pasó? ¿Cómo fue que nos fueron ubicando en ese lugar de pendejos, de sirvientes, de lacayos?

Sin duda, para mí, es éste un tiempo en el que los trapitos han decidido sacarse al sol, tiempo de mirarse en el espejo, de preguntarse cosas y dejar que el silencio responda en el momento adecuado. Salir de la hipnosis. Tiempo individual y también colectivo, le guste a quien le guste. Es que en verdad formamos una red social, que por supuesto no es ninguna de éstas por medio de las que todos los días nos inoculan, desde hace años, una metralleta de estímulos de todo tipo para distraernos. Para meter al rebaño en corrales cada vez más reducidos donde se pelean y atacan unos a otros porque el espacio en verdad les queda chico. Así y todo, 
 en este tiempo tan extraño veo con satisfacción  cómo algunos súbditos de las élites juegan un juego desesperado acallando voces por aquí y por allá, a diestra y siniestra, porque ven que el rebaño se les dispersa (esa es la buena noticia) y no les van a alcanzar los manotazos para seguir doblegándonos. Es uno de esos momentos especiales para la humanidad y mi elección es aprovecharlo.


Foto @dreamstime.com

 

NOTA: Quiero dejar perfectamente en claro que mi crítica no está dirigida al gobierno argentino actual, sino que involucra a cualquier gobierno de cualquier parte del mundo y de cualquier época. Digo esto para evitar la tentación de algún lector –que no sé si lo habrá-  de aprovechar  mis palabras para avivar el fuego de su alergia antiperonista.

 


                                                   Claudia M. Monasterio

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