domingo, 12 de julio de 2020

Sin rencor y otras yerbas

Tulipanes en la Patagonia argentina.

Hace unos días vi "Amor, deseo y tulipanes", película ambientada en Amsterdam en el año 1636 que me proporcionó una muy grata sorpresa al regalarme un desenlace que yo realmente no esperaba. El director me mostró  un modelo de vida que ya casi no creemos posible.  Esta novedad puedo ponerla de la mano de un episodio que viví recientemente y que, como suele ocurrir con varias de mis experiencias profundas, fue muy intensa, en este caso porque involucró mi cuerpo físico. Es posible que el relato se ponga muy intimista y es que no podría relatarlo de otra manera. Tampoco tendría sentido.

El viernes 3 de julio al mediodía me sentí extraña y supuse que estaba con la presión alta. Luego de comprobarlo, dejé el almuerzo para después y me dirigí al hospital del lugar donde vivo. Una hora y media más tarde me atendió un médico de guardia, que me dio una pastillita para tomar y me mandó  a hacer los análisis de laboratorio de rutina. Hay una cosa que se llama  intuición y que en este tiempo de aislamiento se me ha desarrollado bastante  más. ¿A cuento de qué viene este detalle? Pues a que apenas vi la pastillita que me ofrecía el médico, algo hizo ruido en mí, lo suficiente como para preguntarle qué era eso que me estaba ofreciendo. "Son varias cosas para la presión", contestó y mi interior se alborotó un poco más. Sin embargo, no continué indagando -primera lección-y me la tomé. Luego fui a cumplir con los requisitos de laboratorio y mientras hacía tiempo antes de recoger los resultados, decidí darle lugar a mi almuerzo, que más bien fue merienda, mientras conversaba con mi hermana que vive en Bariloche, que me daba alguna información sobre lo que la biodecodificación dice respecto a la presión alta. Los minutos se desplegaron con calma y cuando tuve los resultados y ya había pasado un tiempo razonable para volver a controlarme la presión, retorné a la guardia y esta vez me atendió una médica a la que le agradecí su buena onda y su humor. Con el ánimo en óptimo estado, pues la presión se había normalizado y los resultados daban bien, salí de allí a las cinco y media de la tarde aproximadamente y caminé hasta mi casa (unas 20 cuadras) haciendo algún alto para comprar alguna cosita. 

Horas después, ya de noche, de pronto me sentí mareada. El mareo se tornó en desmayos varios y otras cosas. En primer lugar, intenté comunicarme con dos vecinas y al no poder ubicarlas lo primero que se me ocurrió fue llamar al 107, servicio de Emergencias del municipio donde vivo. Hablando a media voz, le expliqué al señor que me atendió que necesitaba ayuda por tal y cual cosa. Del otro lado salió una extraña devolución: "¿Usted tiene alguna obra social?" Tengo PAMI pero no sé cuál es el número. "Tiene que llamar a su obra social: el 138".  En estado de perplejidad emocional ante su respuesta, y sin perder tiempo, llamé al número indicado donde me atendió una grabación cuyo final nunca llegué a disfrutar. Decidí regresar al 107, sólo para encontrarme con una respuesta similar: esta vez me indicaba  el número 139. Le pedí por favor que me ayudara, pues literalmente me sentía morir. Su postura no se modificó: "Tiene que llamar a su obra social, señora". Sin intentar comprender qué estaba pasando, marqué el número, sólo para obtener el mismo resultado: grabación interminable. Fue entonces cuando me vino la inspiración divina (es coherente llamarla así), que rápidamente se tornó en  solución: un primo que vive cerca y que fue como si hubiera estado esperando el llamado, pues el teléfono  creo que sólo llegó a hacer un ring y su voz ya estaba allí. A los cinco minutos, o menos, mi primo estaba buscándome y llevándome al hospital, donde por supuesto quedé internada, hasta las tres de la tarde del día siguiente, cuando me dieron el alta -  pues todos los estudios (laboratorio, placas, tomografía) daban buenos resultados-  con las siguientes palabras: "Esto no tiene por qué volver a ocurrir".

Es necesario comentar que  cuando quedé hospitalizada y expliqué que por la tarde había sido atendida en la guardia y qué tipo de pastillita se me había proporcionado, un médico dijo a otro "Le dio un compuesto" y a continuación  me preguntó si quien me había atendido era .... (mencionó un rasgo físico). Dije que sí y aporté algo más. Todo me hizo pensar que alguien ya estaba siendo observado.

Este cuentito lo escribo porque sólo así se puede entender lo que vino después, que es mi experiencia personal más allá de lo anecdótico.  En otro momento, mi actitud, luego de recuperarme o quizás antes, habría sido la de avanzar en la denuncia, formal o informal, contra el médico que me mandó de la presión alta a la presión de subsuelo y contra el hombre que atendió el 107, al que en esos momentos sólo pude referirme como un salvaje. Sin embargo, en esta oportunidad (sí, OPORTUNIDAD), mi sentir fue bien distinto. Con inmenso asombro vi que mi corazón -físico y energético- se había suavizado y que mi fuego ariano parecía haber encontrado la calma. Esto tiene mucho sentido, porque es lo que vengo pidiendo desde hace  tiempo cada vez que me observo reaccionando con cierta furia ante situaciones que sólo me sirven para hacer salir un enojo que quién sabe de dónde y cuándo proviene. Es esa furia que observo también en tantas personas -el facebook es perfecto escenario para esto- como si fuera la catarsis de miles de años que la humanidad está realizando en estos tiempos.

(BANKSY - soldier-throwing-flowers)

Pues bien, he estado pidiendo - ya casi implorando- la dulcificación de mi corazón, que nada tiene que ver con apagar el fuego que me es innato, ni domesticarlo ni anestesiarlo; sólo aquietarlo para sentirme   capaz de utilizarlo en la forma adecuada. Y mi ruego se manifestó a partir de esta experiencia realmente fuerte. No me interesa salir al ataque; he informado a quienes corresponde sobre todo lo vivido y sé que el río correrá hacia donde sea necesario para todos los actores de esta obra. Sé que cada uno realizó el papel que le tocaba. Ahora cada uno verá cuál es su próxima escena. Sí me gustaría verle la cara, en persona, al hombre del 107. Mirarlo a los ojos y tal vez preguntarle qué le pasó. ¿Por qué esto y no lo otro? Porque el mundo está lleno de reclamos de supuesta justicia que más bien parecen ocultar el ardor de la revancha. Y así estamos. ¿Quien quiere seguir viviendo de esta manera, adentro de la trinchera, preparando el próximo ataque para defendernos quién sabe de qué? No sé cuánto me demandará poder sostener la determinación de vivir en paz; lo que sí sé es que hoy es mi prioridad número 1.

Claudia M. Monasterio


¿Que estuvo antes, la película de Netflix o la mía? La mía. La otra me recordó que es posible. Si llegás a verla vas a entender el porqué de la conexión entre ambas.❤★☀

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