Te debo un abrazo
hoy que no puedo.
Hoy que las reglas me imponen distancia.
Hoy que el planeta se tiende en el lecho
de muerte o de vida. Se impone elegir.
Te debo un abrazo
hoy que la plaza está clausurada.
La cinta en sus bancos me llora la ausencia
y yo quiero mi sol.
Entonces voy y lo busco y lo encuentro
en mi pequeño balcón. ¡Mi balcón
con su selva de sueños y amores lejanos!
El sol no está prohibido. Seamos el sol
hoy que los dados tiemblan.
Te debo un abrazo y quizá vos también,
pero hoy que la calesita se detuvo
y el adoquín de mi calle suplica presencia,
hoy estoy obligada a mirarte
para saber que me ves aunque no te toque.
Por eso hoy encuentro tus ojos
y ojalá encuentres los míos.
Cuando todo esto sea la pesadilla que terminó
el día en que el latido necesario y urgente
expulsó su voz,
ese día recordame, hermano, hermana,
darte el abrazo que te debo
y que jamás, por ningún motivo, olvide mirarte
hoy que no puedo.
Hoy que las reglas me imponen distancia.
Hoy que el planeta se tiende en el lecho
de muerte o de vida. Se impone elegir.
Te debo un abrazo
hoy que la plaza está clausurada.
La cinta en sus bancos me llora la ausencia
y yo quiero mi sol.
Entonces voy y lo busco y lo encuentro
en mi pequeño balcón. ¡Mi balcón
con su selva de sueños y amores lejanos!
El sol no está prohibido. Seamos el sol
hoy que los dados tiemblan.
Te debo un abrazo y quizá vos también,
pero hoy que la calesita se detuvo
y el adoquín de mi calle suplica presencia,
hoy estoy obligada a mirarte
para saber que me ves aunque no te toque.
Por eso hoy encuentro tus ojos
y ojalá encuentres los míos.
Cuando todo esto sea la pesadilla que terminó
el día en que el latido necesario y urgente
expulsó su voz,
ese día recordame, hermano, hermana,
darte el abrazo que te debo
y que jamás, por ningún motivo, olvide mirarte
Claudia M. Monasterio
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