lunes, 23 de marzo de 2020

Lavandina para todos: ¿desgracia o privilegio?


Hoy tengo dos opciones clarísimas: sentirme desgraciada o privilegiada. Desgraciada, porque hay un virus por ahí amenazándonos de muerte y de aislación eterna mientras yo estoy sola en mi departamento de dos ambientes. Privilegiada, porque no estoy obligada a comprar miedo y porque tengo donde cobijarme. Elijo la segunda alternativa, porque puedo ver en ello la opción de ser protagonista del momento decisivo que estamos viviendo como humanidad. Uno de esos momentos imposibles de describir y de entender con ese pedacito de mente humana que solemos ejercitar. Momentos que se manifiestan cada cientos o miles de años y que hoy tenemos la bendición de compartir de tantas maneras gracias a esos instrumentos que muchas veces me agobian: Internet, Facebook, “redes sociales”.  Hoy, estos medios parecen tocadas por una varita que los convierte en herramientas laboriosas en manos del carpintero, del herrero, del alfarero que hay en nuestras almas; nuestras almas, que bailan de gozo cuando se las invita a crear. Y pienso: ¿qué obra crearemos?

Hay quienes se empeñan en encontrar culpables, en usar su dedo índice como francotiradores apostados detrás de un muro, como si eso fuera a salvarnos de algo o de alguien. Como si fueran ajenos a este inmenso movimiento planetario que nos ha subido a todos y todas al mismo barco. Humildemente, creo que en algún momento estas personas tan enojadas van a soltar el puño y deponer sus armas, aunque sea para no quedarse solas. A todxs se nos está dando La oportunidad de SER PARTE. Se nos está ofreciendo en bandeja la corona de un reinado donde haya lugar para toda la humanidad. Se nos viene hablando de mil y una maneras, durante mil y una noches, durante mil y un días, y finalmente es como si el narrador hubiera dicho: “Alí Babá no reacciona, presionemos en masa, para que todo a su alrededor despierte”.  

Y aquí estamos, encontrando las mil y una maneras de unirnos, de vernos las caras, de escucharnos, de alentarnos, de ser cooperativos. Enterándonos de que hay un otro, y ahí nomas: en la casa de al lado, en el almacén, en el colectivo, del otro lado del mundo.  Esto nos toca a todos con su manto. Ojalá no elijas quedarte  afuera, por tu bien y el de toda la humanidad que te necesita. Nos necesitamos. 


Claudia M. Monasterio

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