domingo, 3 de enero de 2021

De la incoherencia a la cohesión: el año del lavarropas

Motivada por algunos hechos, me encontré un día pensando que la impunidad, sostenida en el tiempo, hace que la humanidad se estanque, simplemente porque provoca que poco a poco vaya dejándose de asumir responsabilidades por los actos y las palabras. Se deja de tomar conciencia, la mentira se vuelve lo normal y la palabra da lo mismo. Sin embargo, poco después observé que en este mundo de opuestos, cuando algo se te presenta una y otra vez descaradamente, llega el momento en que reaccionás y te das cuenta de que lo que habías llegado a tomar como una forma inevitable, tiene también otra cara y es posible manifestarla. ¿Cómo sabríamos lo que es la luz si no conociéramos la oscuridad, o lo que es el calor si no hubiéramos experimentado el frío? El opuesto necesario para llegar al conocimiento. Entonces, ese otro lado de la situación comienza a aguijonearte de tal manera que ya no podés quedarte en el sillón, sentís que hay algo que podés hacer. 

 

En este sentido, el escenario de incoherencias con el que me topé en el 2020 (esa fue mi experiencia) resultó ser el trampolín perfecto para darle a mi vida la coherencia que me estaba reclamando. ¿De qué manera? Otorgándole un sentido verdadero a mi película. En primer lugar, reconociendo que ha sido mi película y la de nadie más, y en segundo lugar aceptándola sin cortes. ¡Cuántas veces sentí el deseo de quitar escenas de la filmación y quedarme sólo con el trailer! 



Lo que me proporcionó este momento de gloria no fue el agitar de una varita mágica, sin duda. Son años de actividad interior. Y digo de gloria, porque arribar al instante en que mi mano se lanzó a escribir espontáneamente un reconocimiento a la que me acompañó a lo largo de toda esta vida, y declararle mi respeto y mi admiración, como si la mirara desde  la vereda de enfrente, fue un momento de gloria. Ese día entendí que había estado teniendo una relación de amor incondicional conmigo misma: en la salud y en la enfermedad, en la prosperidad y en la escasez, en la risa y el mal humor, en la tristeza y en la alegría, en la calma y en la ira, en la lógica y en la contradicción, en el pesimismo y  el optimismo, en la cordura y en la locura, en el miedo y en la intrepidez ....  Cuando pude encontrar la cohesión entre todos mis aparentes pedazos, el rompecabezas (puzzle) adquirió sentido. Sí, un momento de gloria.

 Como valor agregado, comprendí, además, que reunir todas esas escenas que parecían retazos de distintas películas, me da un poder interior que no conocía. Enseguida recordé la brillante frase "Divide y reinarás" y la versioné de esta manera: "Fragmenta las mentes y los tendrás en un puño". En otras palabras: “Que no sepan quiénes son, que se tengan miedo a sí mismos, que no se encuentren nunca”. Es que si nos pasamos la vida así, esforzándonos bestiamente (con permiso de la lengua castellana) por ser lo que no somos, intentando ser algo, el premio siempre se lo va a llevar otro. 


Podría decir que el 2020 fue para mí el año del lavarropas.  Todo eso que venía estando en remojo, lo pasé por , lo pasé por las otras funciones: lavado, enjuague y centrifugado. Intenso.  

¿No queda nada por hacer?  Sí, el viaje continúa y yo, en la soledad de mi casa, sé que me gané un premio.





Dicho esto, doy por concluido el blog de la cuareterna, seguramente para iniciar otro.

                                    
                                       Claudia M. Monasterio 

De la incoherencia a la cohesión: el año del lavarropas

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