sábado, 13 de junio de 2020

Que no se te meta el miedo

Que no se te meta el miedo a enfermarte. Y si te enfermás, que no se te meta el miedo. Hay caminos, como siempre. Investigá.
Que no se te meta el miedo a acercarte a alguien.
Que no se te meta el miedo a abrazar.
Que no se te meta el miedo al prójimo.
Que no se te meta el miedo a vos misma, a vos mismo.

El miedo es lo que logró poner a la humanidad de rodillas.
El miedo es lo que creó una civilización con "autoritarismo saludable y libertad anoréxica", citando las palabras de alguien a quien escuché en estos días.
                                                       
                                 Shop Until You Drop - by Banksy


La posibilidad de elegir está allí, a cada minuto.

Estamos viviendo con el estigma de que somos potenciales enemigos de nosotros mismos y de los demás. No es fácil, ni agradable, ni alentador. Yo, a esta altura, creo que debe haber otra manera, pero es solo mi percepción.




Todos los días se nos ofrece el parte de enfermos y muertos por el covid. ¿Por qué se calla sobre las personas que han muerto porque no fueron atendidas o que la están pasando muy mal debido a que si no es covid no es urgente? "Muertes causadas por el tratamiento médico retrasado o cancelado”, dice John Ioannidis, médico, científico y epidemiólogo, referente de la Universidad de Stanford.
¿No era posible dedicar un sector de los centros de salud para los casos de covid y dejar el resto para atender las otras enfermedades? No sé, me pregunto.

Hace rato que se nos viene anunciando la llegada del pico del virus: a pesar del confinamiento, a pesar de la lavandina, del tapabocas, y del alcohol. ¿Asusta?

Jamás diría que el virus no existe; seguramente existe, como existen otras patologías que pueden producir contagio y por las cuales muere mucha gente todos los años.

Cada uno compra la información que quiere. Por mi parte, elijo siempre escuchar voces opuestas e intermedias, y luego puedo acercarme a algunas conclusiones, no exentas de un pequeño porcentaje de duda y que, por supuesto, pueden ir modificándose a medida que voy sabiendo un poco más. En ese poco más, suele no entrar la noticia cotidiana. Me doy permiso para cuestionar lo que se dice masivamente y tal cuestionamiento me abre a pensar otras cosas; otras cosas que no tomo por válidas apenas conocerlas sólo porque sean distintas. Las tengo en cuenta, las pienso, evalúo dentro de mis posibilidades.

Sabemos de la importancia, en este momento como en cualquier otro, de tener nuestro sistema inmunológico bien atendido, y eso abarca el campo físico tanto como el emocional. Me pregunto cuándo el encierro prolongado fortaleció la salud de alguien. ¿Cuándo la vigilancia policial favoreció nuestro estado anímico? No pongo en tela de juicio, al menos por el momento, el trabajo que los gobernantes hacen en Argentina, país donde vivo, pero creo que a este accionar le está faltando una pata. Por eso busco, escucho otras opiniones con argumentos. Siempre sugiero escuchar a quienes no se les da tanto espacio en la prensa mediática. Quizá tengan algo que decir.

He escuchado recientemente al doctor Oscar Botta, pediatra de Buenos Aires, y antes al virólogo Pablo Godsmith, que vive en Francia. De otros países, le he prestado atención a Josep Pamiés (español), que desde hace muchos años investiga sobre las propiedades alimenticias y curativas de las plantas y que se ha ofrecido a ser infectado con el virus para demostrar cómo puede curarse; a Andrea Kalcker, biofísico alemán que estudia el dióxido de cloro desde hace 13 años: al costarricense Rolando Araya, que propone hacer pruebas con el dióxido de cloro en bolsas de sangre de personas infectadas, para comprobar o descartar una posible cura para este virus. La lista es larga; están ahí si se quiere buscarlos.

Finalmente, puede ser que todo este palabrerío no sea más que eso y que lo único que tenga sentido sea construir un pensamiento propio evitando los prejuicios hasta donde a cada uno le sea posible, mientras acompañamos este tiempo de revolución evolutiva con la mayor compasión que nuestro corazón nos lo permita, para que la vista no se nos nuble.

Y cualquiera sea la creencia con la que cada uno elija experimentarse, por favor, QUE NO SE TE META EL MIEDO.

  
                                              


Claudia M. Monasterio

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