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Traigo hoy algo que publiqué en mi facebook en febrero de 2017. Es que esta mañana, tomando unos mates en mi casa, se me vino Lucas y yo se lo agradezco, porque son esas cositas que te muestrasn a corazón abierto. |
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Cuando aquellas pequeñas cosas se hacen GRANDES
La conversación me dio otros datos de
Lucas y de su motivación para hacer lo que hacía. Estaba allí con un primo
(supuse que estaría vendiendo en otra calle), vivía con su madre y algún
hermano, y había terminado el colegio con muy buenas notas. “Me esforcé para
poder cambiarme de colegio, a uno de San Justo. ¿Conoce?” Según me explicó,
Lucas quiso cambiar de colegio porque en el de San Justo son más exigentes que
en el de Ciudad Evita y él quiere estar bien preparado porque su proyecto es
seguir estudiando al terminar la secundaria. Lucas quiere ser contador. (Que
los astros protejan la Universidad pública).
Supe también que en época de clases
trabaja sólo los fines de semana. “El estudio está primero”, afirmó. Y que lo
que recibe por las ventas está destinado en parte a su madre y en parte a sus
propios gastos. ¿Y se vende ahora?, quise saber. En verano no mucho, contestó
sonriendo. Luego me aclaró que el objetivo en este momento es irse unos días de
vacaciones con su hermana y alguien más. ¿A dónde quieren ir? A Mar del Tuyú.
Lucas es un pibe espontáneo,
respetuoso, lleno de vida y de alegría. Mientras las palabras sonaban, en esa
mañana calurosa, yo sentía que el diálogo era una excusa para que se expresara
un encuentro que trascendía cualquier tipo de frontera terrenal. Yo ya había
elegido algo para comprarle y, como era su primera venta del día, él no tenía
cambio para darme el vuelto. Puedo pedir cambio adentro, dijo con toda
naturalidad. Miré hacia adentro en busca de alguien que me viera haciendo señas
e interpretara lo que necesitaba, pero nadie me vio. Entonces, le di el billete
de cien pesos a Lucas, él entró e inmediatamente regresó con la gestión
realizada. En eso estábamos, cuando me
sorprendió con su pregunta: "¿Y vos cómo te llamás?" El usted ya
había dejado paso al vos: el acercamiento. Ya no nos sentíamos extraños el uno
del otro. Le agradecí por preguntar y le contesté: Claudia. Él guardó sus cosas
en una bolsa negra de consorcio, nos miramos sonrientes y se despidió dándome
un beso. Una vez más, la gracia de lo inesperado. Inesperado como esos minutos
de vereda. “Un gusto conocerte, Lucas”, le dije. Cuando se fue, me quedé un
largo rato con los ojos húmedos y agradeciendo. La mañana era otra.
GRACIAS, CAMPEÓN. QUE DIOS TE BENDIGA Y QUE LOGRES TODO LO QUE TE PROPONGAS.
Hoy, decir Mar del Tuyú es nombrar a mi amiga Anita Bianchi y su bar La Margarita (lo conocí un verano). Y es pensar en su proyecto de irse a vivir a la costa. Finalmente, voló más alto y quién sabe desde qué estrella estará cuidándonos. Es así la vida. Ires y venires.
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