lunes, 22 de junio de 2020

Ese otro: Lucas

                  ------------------------------------------------------------------------------------


 Traigo hoy algo que publiqué en mi facebook en febrero de 2017. Es que esta mañana, tomando unos mates en mi casa, se me vino Lucas y yo se lo agradezco, porque son esas cositas que te muestrasn a  corazón abierto.


------------------------------------------------------------------------------------

Cuando  aquellas pequeñas cosas se hacen GRANDES



Un sábado por la mañana, no hace mucho, era uno de esos días en que no me encontraba en mi mejor versión. Entonces decidí salir de casa en busca de un lugar donde sentarme a leer y a tomar un café. Cuando tuve el lugar y la mesa, en la vereda, me senté y pedí. Allí estaba cuando, de pronto, un vendedor se acercó y comenzó a sacar su mercadería (artículos para limpieza), que fue colocando sobre mi mesa de café mientras repetía: "Sin compromiso". Lo primero que tuve ganas de hacer, debido a que -como dije- no era el más brillante de mis días, fue decirle no quiero nada, llevate todo. En buena hora que no lo hice, pues cuando levanté la mirada y me encontré con la suya, algo allí me invitó a querer comunicarme. Él seguía desplegando sus productos, que me parecían caros, mientras insistía, cada vez: “Sin compromiso”. Si bien el humor turbio y el dolor de cabeza seguían presentes en mi persona, de mi boca salió la pregunta inicial: ¿Cómo te llamás? Lucas. Luego la edad: 16 años. ¿Dónde vivís? En Ciudad Evita. ¿Y venís hasta acá? No es tanto; tren y colectivo.

La conversación me dio otros datos de Lucas y de su motivación para hacer lo que hacía. Estaba allí con un primo (supuse que estaría vendiendo en otra calle), vivía con su madre y algún hermano, y había terminado el colegio con muy buenas notas. “Me esforcé para poder cambiarme de colegio, a uno de San Justo. ¿Conoce?” Según me explicó, Lucas quiso cambiar de colegio porque en el de San Justo son más exigentes que en el de Ciudad Evita y él quiere estar bien preparado porque su proyecto es seguir estudiando al terminar la secundaria. Lucas quiere ser contador. (Que los astros protejan la Universidad pública).

Supe también que en época de clases trabaja sólo los fines de semana. “El estudio está primero”, afirmó. Y que lo que recibe por las ventas está destinado en parte a su madre y en parte a sus propios gastos. ¿Y se vende ahora?, quise saber. En verano no mucho, contestó sonriendo. Luego me aclaró que el objetivo en este momento es irse unos días de vacaciones con su hermana y alguien más. ¿A dónde quieren ir? A Mar del Tuyú.

Lucas es un pibe espontáneo, respetuoso, lleno de vida y de alegría. Mientras las palabras sonaban, en esa mañana calurosa, yo sentía que el diálogo era una excusa para que se expresara un encuentro que trascendía cualquier tipo de frontera terrenal. Yo ya había elegido algo para comprarle y, como era su primera venta del día, él no tenía cambio para darme el vuelto. Puedo pedir cambio adentro, dijo con toda naturalidad. Miré hacia adentro en busca de alguien que me viera haciendo señas e interpretara lo que necesitaba, pero nadie me vio. Entonces, le di el billete de cien pesos a Lucas, él entró e inmediatamente regresó con la gestión realizada. En eso estábamos, cuando  me sorprendió con su pregunta: "¿Y vos cómo te llamás?" El usted ya había dejado paso al vos: el acercamiento. Ya no nos sentíamos extraños el uno del otro. Le agradecí por preguntar y le contesté: Claudia. Él guardó sus cosas en una bolsa negra de consorcio, nos miramos sonrientes y se despidió dándome un beso. Una vez más, la gracia de lo inesperado. Inesperado como esos minutos de vereda. “Un gusto conocerte, Lucas”, le dije. Cuando se fue, me quedé un largo rato con los ojos húmedos y agradeciendo. La mañana era otra.

GRACIAS, CAMPEÓN. QUE DIOS TE BENDIGA Y QUE LOGRES TODO LO QUE TE PROPONGAS.

                   ------------------------------------------------------------------------------------
  22 de junio de 2020:  Si todo siguió tal como Lucas lo planeaba, este  año habrá entrando en la Universidad - al ciclo básico supongo- y   seguramente esté estudiando en forma virtual. Ojalá. ¿Y habrá podido hacer ese viaje a Mar del Tuyú? 

 Hoy, decir Mar del Tuyú es nombrar a mi amiga Anita Bianchi y su bar La  Margarita (lo conocí un verano). Y es pensar en su proyecto de irse a  vivir a la costa. Finalmente, voló más alto y quién sabe desde qué  estrella estará cuidándonos. Es así la vida. Ires y venires.

                                            Claudia M. Monasterio


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

De la incoherencia a la cohesión: el año del lavarropas

Motivada por algunos hechos, me encontré un día pensando que la impunidad, sostenida en el tiempo, hace que la humanidad se estanque, simple...